Victoria matera y La existencia del alma
Hace unos días vi a Victoria tomando mate, fue un evento emocional ver un ser tan pequeño en ese hábito cultural que disfrutamos tanto en nuestra vida cotidiana. Victoria –Winky para nosotros– es la hija de mi hermano Mauro, y el primer retoño de la familia. Paola, mi hermana, logró tomarle esta foto mientras jugaba en internet. A todos ellos, y también a Cecilia y a Mamá, va dedicado este post.
Quiero contarles algo sobre el mate, que como algunos ya saben es una bebida típica del sur-sur de América (Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile y Brasil) pero me cuesta mucho porque existe un texto insuperable. Así es que prefiero hacer silencio y compartirles un parafraseo personal de fragmentos del:
Capítulo 122 “La existencia del alma en el Caio” de la blogonovela "Más respeto que soy tu madre" que Hernán Casciari (escritor y periodista argentino) escribió y publicó en Internet desde septiembre de 2003 y hasta julio de 2004 en su blog.
Nota: El Caio es el hijo adolescente del protagonista.
El mate no es una bebida, corazones de otro barrio.
En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario a la televisión: te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es “Hola” y la segunda “¿Unos mates?”. La gente pregunta, cuando no hay confianza: —¿Dulce o amargo? El otro responde: —Como tomes vos.
Esto pasa en todas las casas, en la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charletas, hombres serios, viejos, jóvenes, peronistas y radicales, en verano y en invierno. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Yo les escribo siempre a ustedes con el mate al lado del teclado. Los teclados de acá tienen las letras llenas de yerba.
A un niño, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Y vos sentís un orgullo enorme, se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos... Escribo esto por algo: hoy llegamos todos de la calle y el Caio estaba tomando mate solo. Nunca antes había tomado mate solo. Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular: acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma. (O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera)
El Caio no sabe qué le pasa. No va a recordar este día. Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate, solos. Pero debe haber sido un día importante... Por dentro hay revoluciones…” (8/1/2004)
¿Hacemos unos mates?