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La Tierra Sin Mal

  • Foto del escritor: Luisina Egidi de ABEJAR
    Luisina Egidi de ABEJAR
  • 22 ago 2017
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 8 ago


La Nación Guaraní tiene su origen en la familia lingüística y cultural Tupi-Guaraní, originarios de los actuales países de Paraguay, Noreste de Argentina, este de Bolivia, Uruguay y suroeste de Brasil. Antes del genocidio y con ello, del inicio de la Era Cristiana, generaron movimientos migratorios por diferentes motivos, uno de ellos fue la búsqueda de la Yvy Mara He’y: la "Tierra-Sin-Mal".

Eran seminómades y daban un gran valor a la lengua y a la vida espiritual en comunión a la naturaleza. Contaban con un complicado sistema teogónico, pero no practicaban la ostentación religiosa, por lo cual no existen monumentales centros ceremoniales antiguos. Se constituyeron en un pueblo eminentemente agrícola, donde no había más propiedad que la comunal, y su profundo sentido de la vida se encontraba perfectamente imbricado en la conciencia individual y colectiva.

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La espiritualidad nutría todos los comportamientos: socio-políticos, culturales y económicos. Creían en la llamada Yvy Mara He’y la Tierra Sin Mal, un paraíso terrenal donde se podía entrar en comunidad, sin morir, para vivir sin iniquidades.

Esta esperanza era la que alentaba las grandes migraciones cuando eran convocados por un profeta o Karaí, quien relataba de sus sueños, la revelación de donde se ubicaba y como llegar hasta ella. Con sus discursos elocuentes, arengaba a la comunidad para que abandonaran aldeas y cultivos, y siguieran el camino que le había sido indicado. Él era quien recibía los mensajes de los dioses y podía "hablar extensamente en medio de todo lo que se levanta sobre la tierra". Sus "bellas palabras", inspiradas por "los que viven encima de nosotros", los impulsaban a seguir avanzando en las interminables marchas en busca de la Tierra sin Mal. El vocablo ñe’e del idioma guaraní designa al mismo tiempo a la voz, la palabra y el alma, es decir, lo que en el humano es divino e imperecedero.

Para llegar a La Tierra Sin Mal era necesario la perseverancia, el coraje y la fuerza espiritual. El karakí precedía danzas específicas enmarcadas en sus propias epistemes culturales vinculadas a la esperanza de una nueva tierra. La música, los cantos religiosos, las oraciones y los bailes buscaban aligerar los cuerpos y liberar a las personas, elevándolos y facilitándoles el camino.


La integración de los guaraníes a la sociedad colonial y a los Estados-Nación modernos ha sido un proceso complejo y diverso, marcado por la convivencia, el conflicto y la resistencia. Algunos grupos se integraron a través de misiones jesuíticas, otros -como los Ava Guaraní- se opusieron a la colonización y lucharon por mantener su autonomía. En la actualidad, luchan por el reconocimiento de sus derechos y la preservación de su cultura, y representan una de las comunidades originarias más extensas del sur, con un lenguaje vivo que además se enseña en algunas universidades de la región. Aun mantienen como fuente de ingresos la venta de artesanías, especialmente cestos, collares de semillas y figuras de animales talladas en madera o arcilla. La deforestación y la expropiación de sus tierras los llevó a presentarse en espacios políticos para reivindicar sus derechos, que continúan consolidándose hasta el presente.


FUENTE: Crónicas de la Tierra Sin Mal.

URL: cronicasinmal.blogspot.com.ar


 
 
 

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