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La Tierra Sin Mal


Los Tupi-Guaraní son un pueblo originario de Paraguay, Noreste de Argentina, este de Bolivia, Uruguay y suroeste de Brasil. Antes del inicio de la Era Cristiana, generaron movimientos migratorios por diferentes motivos, uno de ellos fue la búsqueda de la Yvy Mara He’y: la "Tierra-Sin-Mal".

Eran seminómades y daban un gran valor a la lengua y a la vida espiritual, vivían en comunión con la naturaleza. Contaban con un complicado sistema teogónico, pero no practicaban la ostentación religiosa, por lo cual no existen monumentales centros ceremoniales antiguos. Se constituyeron en un pueblo eminentemente agrario, donde no había más propiedad que la comunal, y su profundo sentido de la vida, se encontraba perfectamente imbricado en la conciencia individual y colectiva.

La espiritualidad nutría todos los comportamientos: socio-políticos, culturales y económicos. Creían en la llamada Yvy Mara He’y la Tierra Sin Mal, un paraíso terrenal donde se podía entrar sin morir, y vivir sin iniquidades.

Esta esperanza era la que alentaba las grandes migraciones cuando eran convocados por un profeta o Karaí, quien afirmaba haber recibido en sueños la revelación de donde se ubicaba y como llegar hasta ella. Con sus discursos elocuentes, arengaba a la comunidad para que abandonaran aldeas y cultivos, y siguieran el camino que le había sido indicado. Él era quien recibía los mensajes de los dioses y podía "hablar extensamente en medio de todo lo que se levanta sobre la tierra". Sus "bellas palabras", inspiradas por "los que viven encima de nosotros", cargadas de elocuencia, los impulsaban a seguir avanzando en las interminables marchas en busca de la Tierra sin Mal. El vocablo ñe’e del idioma guaraní designa al mismo tiempo a la voz, la palabra y el alma, es decir, lo que en el humano es divino e imperecedero. Con ello, podemos observar la valoración del lenguaje como medio de comunicación con lo sobrenatural y con el propio perfeccionamiento humano.

Muchos de estos éxodos eran penosos y trágicos: los peregrinos debían avanzar por zonas boscosas y ríos desconocidos, enfrentar a grupos enemigos y padecer enfermedades. En 1.539, un grupo de 12.000 Tupi-guraní partieron desde la costa de Pernambuco, en Brasil, y 10 años más tarde, 300 sobrevivientes llegaron a los Andes peruanos, después de atravesar la amazonía.

Para llegar a La Tierra Sin Mal era necesario tener perseverancia, coraje y fuerza espiritual. Para ello. el karakí precedía danzas especiales vinculadas con los mitos y con la esperanza de una nueva tierra. La música, los cantos religiosos, las oraciones y los bailes buscaban aligerar los cuerpos y liberar a los hombres de sus imperfecciones, elevándolos y facilitándoles el camino.

Actualmente, representan una de las comunidades indígenas más extensas de la región. Sus principales fuentes de ingresos provienen de la venta de artesanías, especialmente cestos, collares de semillas y figuras de animales talladas en madera. La deforestación y la expropiación de tierras los llevó a presentarse en los espacios políticos nacionales, para reivindicar sus derechos, que continúan consolidándose hasta el presente.

FUENTE: Crónicas de la Tierra Sin Mal.

URL: cronicasinmal.blogspot.com.ar


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